Por: Redacción.
Durante 18 años, Fátima -quien solicitó su nombre fuera cambiado-, no ha festejado el Día del Padre, porque a quien debería llamar papá, ha estado ausente desde que nació. Sin preocuparse por ella y por su madre, decidió "fugarse a Puerto Vallarta" y deslindarse de las responsabilidades que implica traer a un bebé al mundo.
"Yo soy hija de un deudor", es la hiriente frase que ella pronuncia cada vez que habla de quien la procreó, misma que repite con desilusión y coraje, pero que a la vez no ha podido sanar a través de terapia porque debido a las carencias en casa, para ella y su mamá ir al psicólogo es primero un lujo que una necesidad.
Describió que la situación en su casa es complicada porque los dos trabajos que tiene, en este momento, no son suficientes para hacer frente a la enfermedad de su mamá, los gastos médicos y de necesidades básicas del día a día, pues al ser hija única le toca apoyar con las obligaciones del hogar.
Pese a que hace pocos años, tuvo un reencuentro con quién las abandonó, el vínculo no pudo resarcirse, pues aunque él prometió ayudarla y frecuentarla luego de años sin verse, al día siguiente de su visita, cambió su número de teléfono, cerró sus redes sociales y se fue de nueva cuenta a Puerto Vallarta, para no saber más de "su hija" .
Desde la última decepción que tuvo Fátima, de manera activa ha participado en los tendederos de deudores alimentarios con el fin de que en San Luis Potosí pueda ser socializado el padrón de deudores alimentarios, para que su padre pueda por fin hacer frente a sus responsabilidades de ley y que otras mujeres y hombres no pasen por las carencias afectivas y económicas por las que ella ha pasado.
"Lo que me gustaría decirle a mi papá es que yo también tengo hambre, yo también tengo gastos, no solo tú puedes estar de aquí por allá, en fiestas. Yo dejé mi vida por tu culpa", concluyó.
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