Por: Joce Benites
Julio es un hombre mágico que hace y dice maravillas en medio de sus pensamientos infantiles, pues a pesar de ser un adulto mayor sus actitudes son similares a las de una persona pequeña, que no tiene malicia, a él lo ha hecho feliz toda su vida una guitarra de madera.
Sonriente, con paso rítmico y con una guitarra bajo el brazo, así es como ha caminado a lo largo de los años; se le ve tocando en eventos religiosos desde que era un adolescente de 15 años, con la cabeza casi enterrada en la guitarra y entonando alabanzas religiosas que las ha adaptado acorde a su capacidad y devoción por la divinidad, al lado de quienes conforman la banda de música.
Su alegría, ocurrencias y locuras son envidiables. Los libros y los conocimientos convierten en sabios pero no siempre en personas alegres como este ser lo es.
Julio es una persona que no tiene malicia y el que puede estar contento con tan solo algo que agrade a su paladar; con sus manos temblorosas coge algo para llevárselo a la boca, mismas que le han servido para amenizar momentos religiosos o para ganarse unas monedas tocando la guitarra.
Su ingenio y gusto por la música son desmedidos, pues con solo observar a su padre aprendió a tocar este instrumento, siendo las canciones gruperas las de su preferencia.
De las personas pequeñas también ha aprendido y hasta a la lotería juega con ellas; en sus tiempos libres escribe y entona canciones con flauta; su talento es amplio y aunque con escasos recursos invierte también su tiempo dibujando toros en su libreta.
Es un hombre muy astuto y amigable con las y los niños; a algunos les ha enseñado a hablar.
Su propia sobrina da testimonio de ello y relata que tiene muchos recuerdos de Julio ya que en su infancia, él la llevaba al preescolar. A sus 30 años dice seguir admirando sus talentos y aprendiendo de su bondad como cuando era niña. “Es muy inocente, sigue siendo un niño” dice.
Cuando era más joven tocaba su guitarra en los camiones que transportaban a los obreros a la mina en el municipio de Charcas, en San Luis Potosí, de donde es originario.
“Les cantaba a los señores y me daban unos centavitos” expresa Julio
Si algo ha caracterizado a este personaje es su inocencia y respeto a toda persona que se le acerca.
Son incontables las anécdotas de él; se han quedado grabadas en los recuerdos de todo un pueblo. Se cuenta que Julio solía asistir a la quema de juegos pirotécnicos durante la temporada ferial, allí junto a la banda de música también tocaba su guitarra.
“Creo que está chispeando verdad” decía cuando ya iba escurriendo de agua… según platican los lugareños.
Ha dejado huella en el municipio, ya que si alguien demuestra fe y entrega por lo que le apasiona, es él.
Invierte su tiempo en cantar a las doñitas como las llama él, para felicitarlas por sus cumpleaños o el diez de mayo.
Más de medio pueblo lo conoce y le tiene gran aprecio, pues siempre muestra respeto y estima a quienes le regalan una sonrisa, un trato amable y hasta un taco; acciones que son gratificadas con una canción y palabras repletas de buenos deseos.
“Les canto sus mañanitas y me dan un taquito”
Él es así, sencillo y con buena actitud. Ligero desde su caminar, ligereza que lo ha sostenido a lo largo de su vida.
Sus pasos han ido modificándose con el tiempo, pues ahora ya tiene 78 años de edad pero su actitud para hacer frente a los obstáculos perdura, pues ahora ha quedado desprotegido de quien lo cuido desde hace años.
“Desde que falleció mi hermana, nada mas quiere estar dormido, porque ella los sacaba a pasear y a misa. Nuestros padres fallecieron, cuando Julio tenía 49 años ” dice su hermana con quien vive actualmente.
Eso ha cambiado su vida, sí, pues la fuerza y ese lazo familiar lo frenan, como una jaula retiene a sus aves encerradas; ahora se le ve poco en la plaza y calles del pueblo.
Julio ha dejado su huella y aunque se le vea poco, seguirá siendo parte de la historia de un pueblo que ha generado personajes urbanos sublimes.
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