Por: Lorena Rojas
Somos una especie en viaje,
no tenemos pertenencias sino equipaje.
Cerritos es conocido en el estado de San Luis Potosí e incluso a nivel nacional por ser un pueblo migrante. Cuando yo era niña era común saber que varios de mis compañeros de escuela tenían un familiar directo (usualmente el padre) trabajando en EUA y que todos, directa o indirectamente, teníamos parientes que habían tenido que emigrar y hacer su vida en el país vecino, muchos de ellos -por lo menos al inicio- desde la ilegalidad.
La historia de estas emigraciones en Cerritos se remonta a principios del siglo XX, con la inestabilidad tras la Revolución Mexicana y otras crisis de distintas índoles, como las sequías, que orillaron a la población a buscar nuevas posibilidades de subsistencia lejos del terruño. Posteriormente, con la crisis generada por la Segunda Guerra Mundial, se concretaron los acuerdos para desarrollar, entre 1942 y 1964, el programa “bracero”, que reguló el trabajo temporal de mexicanos trasladados masivamente a EUA (Córdoba Ramírez, 2022), entre ellos cientos de cerritenses.
Más allá de todo esto, que sin duda merece un detallado recuento histórico, este texto busca poner el ojo y sobre todo, la memoria, en las otras migraciones que tienen lugar en este territorio y que son, por supuesto, parte de nuestra historia. Un ejemplo de ello es el asentamiento de familias japonesas a principios de siglo XX, clave en la historia del comercio y cultura en Cerritos y en todo el estado, y que cuya tercera o cuarta generación reside actualmente en territorio potosino.
Sin embargo, hay una migración, mucho más reciente, de la que estamos siendo testigos en nuestros días y que se está entretejiendo con nuestra historia de manera inevitable, arrojándonos una realidad cruda pero, como todo, con sus momentos luminosos.
El viernes 10 de febrero de 2023 ocurrió en Cerritos el primer nacimiento registrado de un bebé de origen haitiano, en el Hospital Rural No. 41 de la zona. Sus padres, migrantes haitianos que, como la mayoría de sus compatriotas buscan cruzar la frontera con EUA, se encontraban en tránsito por el municipio para poder llegar a Reynosa, Tamaulipas y de ahí continuar su camino; sin embargo, el nacimiento de su hijo les tomó por sorpresa en los pocos días que permanecieron aquí.
De acuerdo con datos proporcionados en el Registro Civil del municipio, no se había registrado en Cerritos ningún nacimiento relacionado con esta ola de desplazamientos recientes a pesar de que de algunos años para acá, como sucede en todo el territorio nacional, ha sido notoria la presencia de migrantes centroamericanos y caribeños en tránsito.
La llegada a este lugar de Joseph Blondel N. -nombre con el que fue registrado el pequeño-, así como la de sus padres, se sitúa en el contexto de la diáspora haitiana marcada por distintos momentos, entre ellos el terremoto que sacudiera al país insular en 2010, año en que además se registró un brote epidémico de cólera y secuelas del huracán Tomás, así como una serie de problemas políticos que agravaron la crisis (Arriola Vega, 2022). Desde entonces, la situación catastrófica en Haití ha dado pie a la emigración masiva de miles de sus habitantes.
A pesar de la barrera idiomática -pues en Haití los idiomas oficiales son el criollo haitiano y el francés-, se atendió el parto en el IMSS de Cerritos y se llenaron los formularios necesarios gracias al apoyo de traducción de la Lic. Claudia Medellín, Directora del ICAT, y el día lunes 13 de febrero se registró el nacimiento del menor en la oficina del Registro Civil sin mayores dificultades.
Joseph, originario de aquel país caribeño cuyo nombre significa «tierra de montañas» recorrió junto a sus padres más de 3,000 kilómetros para nacer, por curiosa coincidencia, a un pueblo que tomó su nombre por estar rodeado de cerros.
Esta coincidencia marca la huella de las y los migrantes que han transitado por este lugar sin dejar registros sobre su paso, y quienes son ejemplo de la búsqueda de justicia e igualdad de oportunidades que llevan al ser humano a desplazarse, así como de la necesidad de que todos los pueblos podamos ser un oasis en su trayecto, no solamente en conceptos, sino en acciones que procuren la atención y respeto de los Derechos humanos, sobre todo en el caso de un pueblo que tantas veces ha estado del otro lado.
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