Por: Nallely González.
Toda mujer necesita un cuarto propio, decía Virginia Woolf. Pero en este rincón del mundo, Mi cuarto no es solo un espacio físico: es un refugio para la palabra y la resistencia; desde aquí, busco abrir las puertas a esas historias que no caben en los salones del poder ni en los discursos oficiales.
Este espacio inicia en una alcantarilla de San Luis Potosí, con la firme convicción de cuestionar narrativas, visibilizar realidades incómodas y ejercer un periodismo comprometido con las mujeres y las infancias. Es un comienzo simbólico en este 25 de noviembre, cuando desde variadas trincheras, feministas y mujeres autónomas se organizan para derribar el yugo patriarcal que nos mantiene a la sombra de tantos espacios, derechos y privilegios.
Justamente hoy, una entrevista de El Espectador llamó particularmente mi atención. Sorayda Peguero conversó con Minerva Tavárez Mirabal (Minou), política y exdiputada dominicana; quien afirmó que la ejecución de Olympe de Gouges —autora de la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana— en la guillotina marcó el inicio de la violencia política contra las mujeres; esta idea resuena profundamente en la conmemoración del 25N, día en memoria de su madre, Minerva Mirabal, y de sus tías, Patria y María Teresa, asesinadas por el régimen de Rafael Leónidas Trujillo en 1960.
Las hermanas Mirabal, conocidas como Las mariposas, jugaron un papel crucial en la resistencia contra la dictadura dominicana, su activismo fue una lucha constante por la libertad y los derechos del pueblo; y el 25 de noviembre, instituido en su honor, no solo repudia la violencia generalizada contra las mujeres, sino que pone en el centro la violencia política contra las mujeres, haciendo de su historia un recordatorio de que ninguna expresión de violencia, por más sutil que parezca, debe minimizarse, especialmente cuando el agresor cuenta con medios de comunicación a su alcance para distorsionar los hechos, perpetuar narrativas que justifican el abuso o silenciar las voces de quienes denuncian.
El contexto histórico del 25N nos invita a reflexionar sobre nuestras propias resistencias; pensando en cada insulto desestimado, cada comentario misógino que dejamos pasar por alto, y que construyen las bases de una violencia mayor; la libertad de expresión no debe ser excusa para perpetuar discursos que deslegitiman las voces femeninas, ni para encubrir ataques que buscan perpetuar el statu quo patriarcal.
Como periodistas, tenemos la responsabilidad de ser vigilantes y cuestionar incluso lo que parece inofensivo.
Porque la violencia se combate con palabras que no temen señalar y transformar, y este cuarto que hoy inauguro no es solo mío: es para quienes creen en un periodismo que desafía, que incomoda, que insiste; para quienes saben que escribir es, también, resistir.
Las hermanas Mirabal no murieron en vano; su legado nos recuerda que alzarse contra la opresión es una tarea que jamás debemos abandonar.
Escribo desde Mi cuarto no para hablar de violencia en abstracto, sino para desafiar las narrativas que la perpetúan. Porque cada palabra que nombra la violencia es también una semilla de resistencia.
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