Desde el kiosko de la Plaza de Armas en la capital potosina, cientos de mujeres fueron la voz de un sinnúmero de víctimas de abuso policial impune.
Por: María Medrano.
¡No estás sola!...ese fue el mensaje que feministas potosinas enviaron a todas las víctimas de violencia, a las mujeres y niñas que fueron agredidas física y sexualmente por el personal destinado por el Estado para garantizar su protección.
En un evento que tomó como estandarte el uso de diamantina rosa y se replicó a nivel nacional, se buscó evidenciar que el Estado parece dar más importancia a un poco de brillo sobre la ropa, que a la denuncia de una menor de edad presuntamente abusada sexualmente por cuatro elementos de policía en la Ciudad de México.
Desde el kiosko de la Plaza de Armas en la capital potosina, cientos de mujeres fueron la voz de un sinnúmero de víctimas de abuso policial impune, de niñas, adolescentes y mujeres adultas, que sin provocación fueron sometidas, violadas, golpeadas o incluso asesinadas por quienes se supone debieron protegerlas.
En su recorrido, hicieron un alto en cada uno de los espacios en lo que se ha denunciado la existencia de violencia contra la mujer, en la Catedral Metropolintana, en el Palacio de Gobierno, institución para la que trabajan acosadores, uno de ellos que aún con sentencia sigue en su puesto por la presunta protección del sindicato mayoritario de Gobierno del Estado.
Se detuvieron también en frente a la Máxima casa de Estudios y por unos instantes detuvieron el tránsito de la vialidad. Frente a este espacio las feministas exigieron “verga violadora, a la licuadora”; invitaron: “señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”; reclamaron; “los uniformados nos están chingando” y se apoyaron: “mujeres unidas, jamás serán vencidas”.
De retorno en el kiosko de la Plaza de Armas, se generó un círculo de confianza en el que las víctimas comenzaron a relatar sus casos:
“Yo fui violada desde los 16 años (…) mi agresor es un pedófilo (…) no es justo que con tanto que ya ha hecho aún siga libre”.
“Yo soy la voz de una compañera, cuyo agresor tiene un puesto en Gobierno, es violador, golpeador, misógino, pero sigue estando protegido”.
“Cuando yo denuncié a mi agresor, recibí amenazas, no quiero que nadie pase por ningún tipo de violencia”.
“Mi violador está por salir de la cárcel, no estoy lista para volverlo a ver, no me he podido cambiar de casa y tengo mucho miedo”.
Por cada una de las confesiones, prosiguió un “no estás sola, no estás sola, no estás sola” y el silencio consecuente de quienes se saben apoyadas entre hermanas, pero ignoradas por las autoridades.
El mitin concluyó con una frase que se ha convertido en una oración y grito de lucha, “ante la violencia machista, autodefensa feminista (…) grita NO tres veces por todas las veces en que nos hemos callado”.
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