Fotografía: Alma Barajas
Por: Wendy Jiménez Bolaños.
En esta ocasión, este espacio será un espacio de reflexión personal, como reconocimiento a todas las mujeres que dentro de sus interminables horas de trabajo remunerado y no remunerado, logran rescatar tiempo para hacer ejercicio y prepararse lo mejor posible para llegar a la línea de meta de un medio maratón.
Para mí, correr el Medio Maratón Universitario de la UASLP, representa un montón de aprendizajes personales, en las cinco ediciones que he corrido esta distancia, mi corazón termina feliz y satisfecho porque de algún modo me relaciono con mujeres que me hacen sentir fuerte y poderosa.
Antes de entrar de lleno a mi aprendizaje del domingo pasado, creo conveniente recordar que la práctica deportiva en nuestro país es una actividad limitada para muchas mujeres. Las dobles o terceras jornadas de trabajo remunerado y no remunerado limitan la posibilidad de acceder a la actividad física.
De acuerdo con los resultados más recientes del Módulo de Práctica Deportiva y Ejercicio Físico del Inegi, sólo el 35.6% de las mujeres realizaron alguna actividad fìsica en los últimos 12 meses, en comparación de 49.5% de los hombres, lo que representa una brecha de 13.9 puntos, cifras que se han mantenido desde el levantamiento de la muestra en 2013.
Dicho lo anterior les contaré que, a pesar de que considero que me fue muy bien en la carrera, el tramo final lo sufrí y mucho. Ahí en la parte más crítica, a dos kilómetros de la meta, recordé que la carrera no sólo son esos 21 kilómetros, son las horas, días y semanas de entreno.
Sí me dije ese cliché “ya ganaste por el simple hecho de estar aquí” y es que sí: entre el desgaste físico y emocional del trabajo formal, de colaboraciones extras, ser cuidadora de personas adultas mayores y de infancias, los quehaceres domésticos, además de darle amor a mis cuatro perritos… No sé cómo pude cruzar la meta de un medio maratón.
Sin conocer sus historias, sé que muchas mujeres se sienten identificadas conmigo, que por algún momento se les ha pasado por la cabeza la pregunta “¿Cómo he llegado hasta acá?”; desde siempre el sistema social nos exige a las mujeres ser perfectas en todo y poder con todo, aunque la verdad no siempre lo logramos y terminamos tronadas.
Entonces pensé en el extenuante privilegio que es correr un medio maratón. Mientras corría no podía sacarme de la cabeza las cifras del Inegi, sabes que pertenezco a ese 35.6% de mujeres que puede realizar alguna actividad deportiva en México. Por otro lado me preguntaba ¿a qué costo lo estoy logrando?
Me abrumé, no lo estaba disfrutando. Por primera vez en los 11 medios maratones que he corrido me sentí obligada a no detenerme, a sacar energía de donde fuera para llegar lo más entera posible a la meta. Terminé por detenerme un par de segundos para recordar qué me motivó a correr.
Como esas escenas que ocurren en películas hollywoodenses sentí una palmada en el hombro, seguido de una voz que me dijo “no sueltes el ritmo ahí vas”, quisiera describir a la mujer que con sus palabras me sacudió la cabeza y me hizo volver, pero tengo la imagen borrosa. Tomé aire y seguí. Los pensamientos abrumadores se desvanecieron.
En ese momento recordé lo poderoso que es correr con mujeres en quienes confías el potencial del cuerpo para no perder el ritmo, recordé lo fuerte y poderosa que me siento cada vez que corro, pero sobre todo recordé cómo el deporte me ha unido a mujeres que quiero y admiro mucho.
Termino esta carrera sabiendo del privilegio que es correr un medio maratón por las horas de entrenamiento y descanso que le tienes que invertir para practicar este y cualquier otro deporte. Honro a las mujeres, niñas y adolescentes que por sus contextos no pueden practicar algún deporte.
Y sobre todo, termino sabiendo que puedo detenerme un momento a descansar, a no ir por todo, todo el tiempo, a darme respiros las veces que sean necesarias.
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